Saqueo de Constantinopla de 1204

No quiero hacer con esta entrada una descripción histórica de lo que fue la Cuarta Cruzada en la que se desarrolla la destrucción de Constantinopla ni de Las Cruzadas, es sólo una pequeña y somera aproximación de lo que fue el saqueo en si de la ciudad. 


Como he dicho, nos ubicamos historicamente en La Cuarta Cruzada, entre los años 1198 (año de la convocatoria de la Cruzada) y 1205.
Como el resto de Cruzadas, esta se organizó para reconquistar Tierra Santa pero acabó con la destrucción y el saqueo de la capital del Imperio Bizantino, un saqueo perpetrado por cristianos latinos sobre cristianos griegos. Se considera esta el saqueo y la destrucción de la ciudad como el verdadero cisma de la Cristiandad, entre cristianos ortodoxos y cristianos latinos.

Por una serie de avatares, casualidades e intereses entre el Imperio Germánico, el Imperio Bizantino, Venecia, Hungría...el pretendiente al trono del Imperio Bizantino, Alejo, solicitó ayuda al ejército cruzado para que le ayudase a conquistar el trono.
Finalmente así fue y el ejército cruzado se encontró frente a Constantinopla el 24 de Junio del año 1203.
Tras una serie de batallas, se llegó a un acuerdo y Alejo y el que fuera depuesto emperador anterior al actual, serían coronados co-emperadores, con lo cual terminaba la labor del ejército cruzado, pero Alejo no podía cumplir las promesas que había hecho a venecianos y cruzados.
En febrero de 1204 los cruzados dieron un ultimatun a Alejo y este confesó que no podía cumplir los acuerdos prometidos con lo cual se propusieron el asalto de la ciudad.

Tras unos intentos fallidos, la ciudad fue finalmente asaltada y saqueada durante varios días. 



Los cronistas se hacen eco de las atrocidades perpetradas por los conquistadores. Del saqueo no se libraron las iglesias ni los monasterios, y en la misma Santa Sofía fueron destruidos el iconostario (la pared que va desde la parte septentrional a la meridional en un templo ortodoxo, y en la que se colocan los iconos) de plata y varios libros y objetos de culto.


Según relata Nicetas Coniates (historiador bizantino de la época): 

Destrozaron las santas imágenes y arrojaron las sagradas reliquias de los mártires a lugares que me avergüenza mencionar, esparciendo por doquier el cuerpo y la sangre del Salvador [...] En cuanto a la profanación de la Gran Iglesia, destruyeron el altar mayor y repartieron los trozos entre ellos [...] E introdujeron caballos y mulas a la iglesia para poder llevarse mejor los recipientes sagrados, el púlpito, las puertas y todo el mobiliario que encontraban; y cuando algunas de estas bestias se resbalaban y caían, las atravesaban con sus espadas, ensuciando la iglesia con su sangre y excrementos.
Una vulgar ramera fue entronizada en la silla del patriarca para lanzar insultos a Jesucristo y cantaba canciones obscenas y bailaba inmodestamente en el lugar sagrado [...] tampoco mostraron misericordia con las matronas virtuosas, las doncellas inocentes e incluso las vírgenes consagradas a Dios.

 
Anne Rice en su novela "Memnoch el Diablo" hace una descripción muy épica y descriptiva del saqueo y destrucción de Hagia Sofia:


"De pronto choqué violentamente contra un muro y aterricé en el suelo.
Junto a mí pasaron unos caballos que casi me rozaron la cabeza con sus cascos, haciendo que las piedras despidieran chispas. Ante mí yacía una mujer con el cuello partido, la cual sangraba por la nariz y las orejas. La gente huía despavorida. Percibí de nuevo el olor a excrementos mezclado con sangre.
Me encontraba en una ciudad en guerra. Los soldados saqueaban viviendas y comercios y arrastraban a sus víctimas por las calles, mientras los gritos resonaban entre los muros de la ciudad y las llamas se alzaban por doquier, casi chamuscándome el cabello.
«¡El velo!», exclamé, palpándolo con la mano para asegurarme de que aún lo llevaba oculto entre la camiseta y el chaleco. De repente un soldado me propinó una patada en la sien y caí de bruces sobre los adoquines del suelo.
Al levantar la vista comprobé que no estaba en una calle, sino en una inmensa iglesia con el techo abovedado y numerosas galerías formadas por columnas y arcos romanos. A mi alrededor, entre los espléndidos mosaicos dorados, yacían hombres, mujeres y niños que habían sido asesinados por los soldados. Los caballos pisoteaban sus cuerpos inertes. Un soldado agarró a un niño y lo estrelló contra un muro que había junto a mí, partiéndole el cráneo; su diminuto cuerpo cayó a mis pies como si se tratara de los restos de un animal sacrificado. Los soldados golpeaban a las gentes con sus sables, amputándoles los brazos y las piernas. Una violenta explosión de llamas inundó la iglesia de luz. Vi a hombres y mujeres que huían a través de los portones, perseguidos por los soldados. El suelo estaba empapado de sangre. La sangre se extendía por el mundo entero.
Los mosaicos dorados de los muros y el techo mostraban unos rostros que parecían petrificados ante aquella feroz matanza. Santos y más santos. Las llamas se alzaban por doquier, ejecutando una danza macabra. En el suelo yacían montones de libros ardiendo, junto a fragmentos ennegrecidos de iconos y estatuas que contrastaban con el resplandor del oro que se consumía devorado por las llamas.
—¿Dónde estamos? —pregunté.
Memnoch se hallaba sentado tranquilamente junto a mí, con la espalda apoyada en el muro de piedra.
—En Hagia Sofía, amigo mío —respondió Memnoch—. No tiene mayor importancia. Se trata de la cuarta Cruzada.
Alargué la mano izquierda para tocarlo mientras con la derecha seguía sujetando el velo contra mi pecho.
—Estás contemplando la muerte de cristianos griegos a manos de los cristianos romanos. Eso es todo. Egipto y Tierra Santa han quedado de momento relegadas a un segundo plano. Los venecianos disponen de tres días para saquear la ciudad. Ha sido una decisión política. Por supuesto, han venido con el propósito de reconquistar Tierra Santa, donde hemos estado tú y yo, pero la batalla no estaba prevista, de modo que las autoridades han permitido que las tropas campen a sus anchas por la ciudad. Son asesinos cristianos: romanos contra griegos. ¿Quieres que salgamos a dar un paseo? ¿Quieres presenciar más matanzas? Millones de libros se han perdido para siempre. Manuscritos en griego, siríaco, etíope y latín. Libros que versaban sobre Dios y los hombres.
¿Quieres que nos acerquemos a los conventos donde las monjas son sacadas a la fuerza de sus celdas por los cristianos para ser violadas? Constantinopla está siendo saqueada. Pero no tiene mayor importancia, créeme.
Permanecí tendido en el suelo, llorando, mientras intentaba cerrar los ojos para no contemplar aquella barbarie, aunque no podía dejar de ver lo que sucedía a mi alrededor; temía que los cascos de los caballos me pisotearan y me sentía abrumado por el olor a la sangre del niño asesinado que yacía junto a mi pierna, empapado como una extraña criatura marina. Lloré con amargura. Junto a mí había el cadáver de un hombre con la cabeza prácticamente separada del tronco y sobre las piedras se estaba formando un charco de sangre. Otro individuo tropezó con el cadáver, extendió una mano ensangrentada para evitar caer al suelo y al tocar el cuerpo del niño, cuya cabeza estaba totalmente aplastada, lo apartó de un manotazo." 


El saqueó de Constantinopla fue muy destructivo y duró tres días ya que era en ese momento una de las ciudades más ricas del mundo. 
El pillaje y la destrucción alcanzaron niveles insospechados y gran parte de la riqueza artística y cultural que había hecho de Constantinopla la envidia del mundo, fue dañada: las bibliotecas fueron quemadas, las iglesias destruídas y despojadas de sus ornamentos, los monumentos también destruidos o robados (como los caballos de mármol que adornaban el hipódromo, los cuales están en la plaza de San Marcos en Venecia).
 
En Abril del 1205, la cuarta cruzada fue disuelta y finalizada tras siete años sin haber cumplido su objetivo, recuperar la ciudad Santa de Jerusalén. Se produce la paradoja de que una Cruzada que originalmente fue convocada para salvar Constantinopla acabase con su destrucción.

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