Prometeo y el fuego del conocimiento

Tras haber sido creada Gaia Eros -el amor- decidió que haría de ésta un ser realmente hermoso, por lo que tensando su arco con la fuerza de su corazón clavó una flecha en el seno de la joven Tierra e inmediatamente comenzaron a surgir cientos de animales, plantas y árboles que rápidamente se distribuyeron de manera muy desordenada por su superficie. Ofuscado por tanto desorden y negándose a realizar la monumental tarea de ordenar la vida del planeta Eros mandó a llamar a los dos hijos pequeños de Japeto, Prometeo y Epimeteo dos titanes jóvenes que a pesar de ser hermanos eran muy distintos uno del otro. Al presentarse estos dos Eros les comunicó que deseaba no solo que acomodasen a todas las criaturas vivientes de forma ordenada a lo largo y ancho de la superficie de Gaia, sino que además les ordenaba con la tarea de crear un ser superior a los animales y menor a los dioses al que deberían llamar Homo -hombre-. Este pedido no fue algo filantrópico, sino todo contrario, los dioses solo deseaban un animal mas que les ayudase con sus tareas.

Como los dos hermanos no tenían ni la más remota idea sobre cómo crear a Homo, Prometeo, el más sabio y cuerdo de ambos, decidió tomarse un tiempo para dilucidar cómo es que realizarían tan magna tarea. Luego de un tiempo y de unas breves peleas de palabras entre ambos, éstos decidieron crear un ser de arcilla similar en forma a los dioses. Pero algo estaba mal, si bien le dieron una forma muy formidable por alguna razón sus arduos intentos de dotarlo con vida no resultaron satisfactorios razón por lo que inmediatamente se dirigieron a pedirle ayuda a los dioses mayores. Tras negarse en un primer momento éstos, de muy mala gana, decidieron ayudar, después de todo Homo realizaría las tareas indignas para los dioses. Al llegar al lugar Eros exhaló profundamente y así le dio el espíritu de la vida, mientras que Atenea -llamada Minerva por los romanos- respiró sobre su pecho dándole el alma.
Inmediatamente tras el respiro de Minerva Homo abrió sus ojos y se encontró con la belleza de Gaia, por vez primera sentía a Brisa acariciar su piel y a Rocío gratificarlo con sus suaves gotas. Es así que tras prontamente ser abandonado por sus soberbios creadores Homo comenzó a recorrer sus nuevos dominios, tan agresivos y ásperos que tuvo la impresión de que esa dulzura que había sentido al momento de su creación no volvería a aparecer nunca más. Pasarían así los años y el número de Homos -humanos- se iría expandiendo por toda Gaia, no obstante éstos sufrían la merced de los Elementos quienes se reían a carcajadas mientras los ahogaban y arruinaban sus alimentos; el rigor sádico de las Pestes que los azotaban sólo por diversión y la fatalidad de los Vientos que disfrutaban al separar familias para siempre y hacer volar a las Ilusiones.

Prometeo miraba con inmensa pena a los humanos sufrir, morir y ser torturados en un juego nefasto en el cual no eran más que los esclavos de turno para los quehaceres indignos de los dioses. Decidido a acabar con esta situación se arriesgaría a costas de sufrir el castigo más severo de todos con el fin de dotar a los humanos con una herramienta que les permitiese sobreponerse a cualquier obstáculo: la Llama del Conocimiento. Ardua tarea ya que ésta era una de las posesiones más preciadas de los Dioses Olímpicos, teniéndola custodiada en el mismo Olimpo bajo varias llaves. Tras planear cuidadosamente como lo haría se dirigió a hurtadillas hasta el Olimpo mientras los dioses dormían o descansaban tras un monumental banquete. Al acercarse a la Llama del Conocimiento miró hacia todos lados, nervioso, sabiendo las consecuencias del castigo que le esperaría, sin embargo su corazón noble le impedía no arriesgarse, debía, bajo cualquier medio, darle una herramienta a los humanos para que éstos se sobrepusieran a las inclemencias de su destino como esclavos de los dioses. Por lo que asiendo una tea robó parte de la llama y la escondió en su pecho para huir rápidamente acto seguido.
Al llegar a la Tierra Prometeo reunió a los humanos mostrándoles la llama, al verla sus ojos comenzaron a brillar con un nuevo ardor, algo cambio en ellos, ya no veían el mundo como un ente inmutable sino que lo estudiaban, lo comprendían y hasta descifraban su significado. Prontamente se sobrepusieron a la maldad de Frío desarrollando ropa y a la crueldad de Hambre criando animales y cultivando vegetales así, una a una, fueron siendo todas las inclemencias superadas. Tras despertarse Zeus -el más poderoso de todos los seres del Universo- se sentó en su trono olímpico, y entre bostezos y remolones sus ojos quedaron clavados en algo inusual, cientos de pequeñas llamas brillaban en el cuerpo de Gaia -la Tierra-. Inmediatamente se dio cuenta de lo ocurrido: los humanos ya no eran más animales de corral, se habían liberado de las cadenas de la ignorancia y ahora eran dueños de su propio destino. Esto hizo estallar de la rabia  a Zeus quien inmediatamente reunió al resto de los Dioses Olímpicos para jurar solemnemente que castigaría a Prometeo con el mayor rigor. Tras realizar dicha promesa se esfumó para aparecer directamente por detrás de Prometeo, este al notar al mismísimo Rey de los Dioses rompiendo en furias a sus espaldas no intentaría resistirse, no por darse por vencido sino porque Prometeo era un ser inteligente y sabía que nada podría hacer ante el ser más poderoso.
Es así que Zeus llevó a Prometeo hasta los Montes Caucásicos, lugar donde recibiría el castigo divino por el único crimen de haber sido bondadoso. Tras buscar la roca más áspera, Zeus apuntó a Helios -el Sol- para que brillara eternamente en esta con la mayor inclemencia, mientras que simultáneamente ataba a Prometeo con cadenas irrompibles forjadas por el mismo Vulcano -Hefesto- a dicha piedra. Tras sujetarlo en una posición incomoda y con una tensión digna de su poder, mandó a llamar a un buitre de voracidad infinita el cual comenzó desesperadamente a desgarrar a Prometeo con su filoso pico y sus inclementes garras hasta dejarlo en a jirones y devorar su hígado. Sin embargo, esta no era una tortura pasajera ya que cada vez que el cuervo terminaba de devorar el hígado de Prometeo este órgano se regeneraba comenzando la tortura una y otra vez. Durante días, semanas, años y siglos el lamento de Prometeo resonaría con una aguda tristeza plagada de lamentos y llantos producto del dolor más desgarrante, pero no eran lamentos de arrepentimiento ya que éste nunca se arrepentiría de haber ayudado a los humanos.
Pasarían muchos siglos de sufrimiento y sería sólo tras un gran caudal de dolor el que la casualidad cruzara a Hércules con Prometeo. Al ver el héroe tan cruel castigo lucharía con el cuervo asesinándolo en el combate y utilizando su fuerza sobrehumana destruiría las cadenas liberando al sufrido titán. Prometeo volvería con su hermano, sin embargo los dioses planearían una estratagema con el fin devengarse otra vez de Prometeo y castigar a los humanos al mismo tiempo.

2 comentarios:

  1. Justo lo que buscaba. Gracias.

    PD: Por si acaso la entrada de "El día maldito" ya no aparece. http://trianguloequidlatere.blogspot.com/2009/12/el-dia-maldito.html

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  2. Gracias por el comentario compañero, me alegro de que te haya servido y gracias por la entrada que falta, me pongo en ello para arreglarla.
    Un saludo.

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