El rey Midas y su mito

Midas, hijo de la gran diosa de Ida y de un sátiro, era un rey amante del placer que gobernada a los brigios en Bromio, ciudad de Macedonia. 


Durante su infancia se dice que se vio a una hilera de hormigas que transportaban granos de trigo por el costado de su cuna y los ponían en sus labios, lo que los adivinos de Bromio interpretaron como que al crecer gozaría de gran riqueza. 
Cuando se hizo adulto y ya siendo rey, hizo plantar un hermoso jardín de rosas que era su orgullo.
Poseía una gran fortuna y vivía en un lujoso palacio, también tenía una hija de nombre Zoe, a la que amaba profundamente.
Lo que a el rey Midas lo hacìa  sentirse muy feliz era la posesión de oro y contar sus monedas por diversión.


Un día el viejo sátiro Sileno, que había sido pedagogo del dios Dionisio, se emborrachó y se separó del grueso del tumultuoso ejército dionisíaco mientras marchaba desde Tracia para adentrarse en Beocia. 
Quién sabe cómo, terminó en Bromio, donde se tumbó a dormir la borrachera en el jardín de Midas. Los jardineros lo hallaron allí, lo ataron y lo llevaron ante el rey. 
Midas hubiera podido ejecutar a Sileno por su negligencia, pero éste salvó su vida contándole  historias sobre un inmenso continente ubicado al otro lado del Atlántico en el que abundaban las ciudades magníficas, pobladas por habitantes gigantes, felices y de larga vida y que gozaban de un notable sistema legal.
Las fábulas maravillaron a Midas, que liberó a Sileno de sus cadenas, lo agasajó en su palacio durante cinco días y cinco noches y luego ordenó a un guía que le escoltara hasta el cuartel general de Dionisio. 


El dios, que había estado preocupado por la suerte de Sileno, preguntó a Midas cómo deseaba que se le recompensase. 
Midas contestó sin vacilar: 

- Te ruego me concedas que todo lo que toque se convierta en oro.

A la mañana siguiente, el rey Midas se despertó entusiasmado para comprobar si su deseo se habìa vuelto realidad. Extendió los brazos tocando una mesita que de inmediato se transformó en oro, corrió por todo su palacio tocando todos los objetos que tenìa a su paso, que se iban convirtiendo en oro. 
Midas estaba muy feliz, pero no sólo las piedras, las flores y los muebles de su casa se convertían en oro, sino también, cuando se sentó a la mesa a desayunar no podía ni comer ni beber, los alimentos que comía y el agua que bebía se transformaban en oro.


Entonces comenzó a llorar, su hija, al oirlo se acercó a consolarlo y al querer abrazarlo se convirtió en oro.
Midas no tardó en suplicar que lo eximiesen de su deseo porque se moría de hambre y de sed. 
Dionisio, muy divertido, le dijo que visitara el nacimiento del río Pactólo, cerca del monte Tmolo, y se lavase en él.
Midas obedeció e inmediatamente quedó libre del tacto de oro, observó también que una infinidad de pepitas de oro se acumulaban en el río y se dice desde entonces por los griegos que ese era el motivo que la arena de las orillas del río Pactólo fuese más brillante y dorada de lo normal. 
Después, tomò un recipiente que llenó de agua  y la vertió sobre su hija la cual volvió a la normalidad.

El rey Midas, para celebrar que su hija estaba bien, obsequió todas sus posesiones materiales, y se fue a vivir a una cabaña junto a ella y sus rosas, sintiéndose muy feliz por el tesoro que tenía que era el amor de su hija. 
Así fue como Midas llegó a Anatolia, donde fue adoptado por el rey Gordias de Frigia, quien no tenía hijos (Gordias, fue quién anudó el famoso nudo gordiano). Cuando murió, Midas lo sucedió en el trono frigio y gobernó bastante bien, promoviendo el culto a Dionisio y fundando la ciudad de Ancira. 
Sus descendientes, que conservaron el trono durante generaciones, tomaron los nombres de Gordias y Midas, y esta costumbre hizo que el primer Midas fuese tomado equivocadamente como hijo biológico de Gordias.


El rey Midas asistió al famoso concurso musical entre Apolo y el sátiro Marsias arbitrado por el dios-río Tmolo (en algunas versiones son las Musas las encargadas de arbitrar el concurso), para dirimir cual de los dos era el mejor. 
El dios declaró que Apolo era el ganador pero Midas parece que dió a entender su disconformidad con el veredicto, por lo que Apolo lo castigó poniéndole orejas de burro. 
Durante largo tiempo Midas se las arregló para ocultar esas orejas bajo un gorro frigio, pero a su peluquero, que se enteró de la deformidad, le fue imposible mantener el secreto vergonzoso, como le había ordenado Midas bajo pena de muerte. 
En consecuencia, cavó un hoyo en la orilla del río y, asegurándose antes de que no había nadie en los alrededores, metió la cabezo dentro y murmuró: 
- El rey Midas tiene orejas de asno.
Luego llenó el hoyo y se alejó, en paz consigo mismo, hasta que brotó de la orilla una caña que susurraba el secreto a todos los que pasaban. 
Cuando Midas se enteró de que su desgracia era de conocimiento público, condenó a muerte al peluquero y se suicidó miserablemente bebiendo sangre de toro.

3 comentarios:

  1. yo lo lei en otro lugar...y esta mas bueno..el otro que este!!!!!!!!!!!!!

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  2. Es el claro ejemplo de la avaricia del hombre por poseer y tener grandes riquezas oro en abundancia, cuando el autentco tesoro eata en noseotros mismos y en nuestro alrededor y no nos damos cuenta de ello despreciandolo y no dandole importancia a lo que tenemos y realmente nos hace feliz y ser seres humanos no avariciosos y mezquinos.

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