En época romana los días se dividían principalmente en dos tipos, días "fastos" y días "nefastos", según fuesen para guerrear, para tomar decisiones, para pleitear, para celebrar reuniones políticas, para trabajar.
El motivo para diferenciar los días es que estos no pertenecían a los hombres, sino a los dioses y su origen podía estar en que los deberes para con los dioses están antes que los intereses para con los hombres, es decir que los días dedicados a los dioses tienen absoluta preferencia, de tal modo que quien se los salta desatendiendo sus deberes para con ellos por atender a sus cosas, ha de contar con que no le saldrá bien lo que haga en ese día.
Los días en el calendario romano en los que se podían llevar a cabo actividades de carácter jurídico o legislativo y los negocios públicos estaban marcados con una "F", eran los "fastos". Dentro de ellos había otro tipo, marcados con una "C" (de "comitia") en los que se podían llevar a cabo los comicios.
Por su parte, los días "nefastos", marcados con una letra "N", estaban dedicados a los dioses y por tanto sólo se permitía la actividad religiosa.
El actual significado de nefasto quizá se debe a que se ha tomado la faceta negativa de esos días, los días en los que no se podía hacer lo que se quería, eran días proscritos, inapropiados o perdidos para la realización de muchas actividades.
El actual significado de nefasto quizá se debe a que se ha tomado la faceta negativa de esos días, los días en los que no se podía hacer lo que se quería, eran días proscritos, inapropiados o perdidos para la realización de muchas actividades.
Teniendo en cuenta que los primeros eran 245 y los segundos 109, se puede deducir el peso del ámbito religioso para los romanos, dedicando a su actividad casi el tercio de los días.
Existían también días "intercisi" o cortados, días que eran nefastos hasta que no se acabasen determinadas celebraciones religiosas, y empezaban a ser fastos en cuanto terminaban esas ceremonias.
El 24 de marzo, por ejemplo, y el 24 de mayo eran nefastos hasta que hubiesen concluido los solemnes sacrificios del día, y por tanto era arriesgado emprender cualquier cosa.
Una vez acabados los sacrificios, se convertían en días "fastos", y ya podían dedicarse al trabajo o a los negocios.
Otro ejemplo de día "intercisi" era el 15 de junio, dedicado a limpiar el templo de Vesta, día nefasto mientras no se concluyese esa limpieza.
Los romanos no tenían bien definida la semana y tenían una gran dispersión de los días fastos y nefastos.
En un tiempo el calendario era secreto, custodiado por los sacerdotes, de manera que el pueblo tenía que acudir a éstos para que les dijeran si los días eran fastos o nefastos.
N. Flavio, un escriba, los expuso en el foro escritos en una tabla, dándolos a la luz pública, pero de todos modos, la mayor parte de los días eran nefastos, y no les quedaba más remedio a los romanos que terminar acudiendo a los sacerdotes para que les pronosticasen y orientasen y no sólo eso, sino que mas tardiamente llegó a intervenir el senado a modificar por ley los días fastos y nefastos o a decretar que en determinados días no debería entrarse en combate, porque la experiencia militar había demostrado que eran nefastos.
La lista de los días fastos estuvo controlada primero por el Rey que era la máxima autoridad civil y religiosa. Fue el rey Numa Pompilio (Nvma Pompilivs) el primero en diferenciarlos.
Al instaurarse la República todas las funciones de culto público las asumió el "Rex Sacrorum", de tal forma que a este competía la promulgación de las fiestas y el control del calendario, pero esta situación no duró mucho y durante el siglo V A.C. se produjo un cambio en el ámbito religioso que despojó a este "Rex" de la mayor parte de sus poderes quedando como mera figura representativa y protagonista de ciertos rituales.
Todas sus funciones pasaron a manos del "Collegium pontificium", encabezado por el "Pontifex Maximus" y a partir de entonces será ésta figura quien administre el calendario casi sin obstáculo por parte de los demás sacerdotes y magistrados. Esta prerrogativa llegó a convertirse en una nada despreciable herramienta política a lo largo de la historia de Roma.
La importancia de esta facultad tenía mucha importancia ya que el control del calendario convertía a los pontífices en los árbitros indiscutibles de la política de la Urbe. Por ejemplo, los días aptos para las asambleas "dies comitiales" eran muchos pero estaban limitados por la existencia de los días "nefasti" y "fasti" y de esta forma, una manera de impedir la elección previsible de ciertos candidatos o la aprobación de algunas leyes fue mediante la toma de los auspicios antes de la celebración de cualquier asamblea, para posteriormente declarar el día "fasti" o "nefasti".
El origen de este curioso reparto de los días debió ser muy antiguo ya que en los textos conservados ningún autor hace referencia a que se tratase de una costumbre nueva, ni siquiera reciente. En tiempos de la monarquía existía ya la separación en tribus y curias, lo cual indica la celebración de asambleas de distinto tipo, es posible pensar en la existencia de una necesidad latente de ordenar las actividades públicas en "dies comitiales", las privadas en "dies fastus", y separar ambas de las puramente religiosas en dies "nefasti" y "festi", si bien es cierto que no hay prueba alguna que permita remontar hasta una época tan temprana la aparición de esta división.
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